Thursday, September 29, 2011

MI QUERIDA MAESTRA, MAESTRO


A quienes hicieron, y hacen, posible que el conocimiento sirva para el entendimiento, o esa es su intención.
La vida nos mantiene en constante estado de aviso, en vela por todas las cosas que nos pueden ser buenas o malas. La política, la sociedad, la economía, y todos esos elementos que forman parte de nuestra cotidianedad son precisos y beneficiosos, o perjudiciales, cuando los entendemos de una manera u otra.
Asi, según nos facilitan datos, información, comunicados, o simples noticias, nuestra mente, nuestro propio sistema ético, es capaz de desplazarse de un lado al otro, en favor o en contra. Partiendo de esto, veo necesario explicar, con toda claridad, sin ambigüedades, lo que supone ser maestro, maestra, en este y en cualquier país.
Un maestro, por lo general ha de ser vocacional, es algo que, como en medicina, se va a trabajar con los seres humanos y, como elemento esencial en el condicionante de quien quiere ser educador/a, se precisa vocación.
Teniendo en cuenta el primer punto, el maestro no trabaja, como dicen algunos medios, 15 horas y tiene tres meses de vacaciones. Es una mentira que se rompe con el siguiente argumento: El maestro tiene un horario de 38 horas firmadas, por convenio, con la correspondiente consejería, si es funcionario, o con la empresa, escuela, privada en su caso. Esto está a la vista de quien quiera. Las clases que imparte, el tiempo lectivo, es de 17 a 20 horas semanales, se recomienda que para grupos de entre 25 a 30, como máximo alumnos, para que la calidad sea lo mejor posible. Este año, aparte de los horarios crecidos, que eso no es problema, los grupos llegan, en algunos centros de secundaria, hasta 39 alumnos. Eso rebaja la calidad de la enseñanza mucho.
El maestro, la maestra, tienen su principal cometido en enseñar. Ellos hacen su trabajo lo mejor posible, pero pasa como en todo. Si voy al teatro y no me gustan los actores, ni me entero de la obra ni mi interés por la misma es el suficiente como para disfrutar y, ojo, haber aprendido algo de ella. Asi pues, el maestro enseña, con su mayor interés y voluntad, luego esta el alumnado que, si le apetece, aprende. A los hechos me remito. Son ustedes mismos, los que están leyendo este artículo, los que tienen capacidad de decisión sobre su proceso a lo largo de la etapa en que estuvieron en la escuela, o en el instituto, pueden argumentar si les gusta o no, si la profesión de maestro es privilegiada o son unos trabajadores más con sus problemas como el resto.
No somos, ni más, ni menos. Nuestro trabajo, con el ser humano, se agrupa a otras cuatro profesiones: El Juez, que juzga los actos que comete el hombre. El médico, que trata de prolongarnos la vida con sus recomendaciones sobre cómo cuidar nuestra salud. El agente de policía, que en cierto modo, nos dice que no debemos de cometer imprudencias o actos contrarios a la normal convivencia. El asesor espiritual, cura, iman, pastor, según cada creencia, que nos dice cuales son las vías para nuestra salvación. Por último el maestro, la maestra, que, conforme a lo anterior, nos enseña a que respetemos y cuidemos nuestro cuerpo para estar sanos, a valorar el medio ambiente y la sociedad en la que vivimos, a no tener que ir a un juzgado por delinquir, es decir, es elemental, en la formación y desarrollo del ser humano.
Ahora, cuando oigamos y veamos las noticias por televisión, ya tenemos otro elemento de juicio para valorar lo que está pasando.
Y por último, gracias aquel esfuerzo, en nuestra etapa infantil, de juntar letras y formar palabras, medio jugando, medio con una llamada de atención, siempre con ternura, ustedes pueden ahora leer este, y otros, artículos por aquella enseñanza-aprendizaje.
A Dñª Luisa, mi maestra…
A Dñª Pepita Semitiel, Dñª Alicia Montes, D. Isidoro Ruiz, D. Antonio Fernández, D. Antonio Penalva (Chichas), D. Fcº Barceló, D. Antonio Salas, y cuantos me enseñaron, y a tantos otros del pueblo, D. Julián, D, Manuel Avellaneda… que a tantos ciezanos nos enseñaron a ser lo que somos.

Sunday, September 04, 2011

La sombrilla varada


            Cae la tarde en una de las muchas playas que han dado acogida a tantos veraneantes de todas las lenguas, de mil ideas y de no se sabe cuántas creencias.

            Paseo por ella en su larga y llana distancia con el ánimo aún intacto por disfrutarla. A lo lejos, negras y altivas, viajan nubes amenazantes. Sopla un aire húmedo, pegajoso, de un atardecer que se niega a morir. En el poniente, el sol se abre hueco entre cúmulos que son emisarios de los aquilones embravecidos. Mientras, serpentinas de relámpagos anuncian la tormenta, que no me atemoriza; sigo caminando en la soledad de la playa.

            Comienza la lluvia, fuerte, empapando la arena. Intento, en vano, protegerme en un chiringuito de madera del envite feroz, que amenaza con convertirse en granizo.  Pero, por fortuna, la tormenta pasa fugazmente y deja paso al aire limpio, a una atmosfera distinta. El sol sigue luchando entre las colas de los nubarrones; aún tiene la fuerza de la que ha presumido este mes.

            En el camino, una figura informe sobre la arena llama mi atención en el mar de soledad de la tarde. Me acerco con el ansia del náufrago y descubro una sombrilla destrozada. Ahora inerte, sin valor, ¿qué no habrá presenciado tantos días atrás? ¿A quién no habrá protegido? ¿Qué libro no habrá descubierto sus páginas al amparo de esa loneta ya descolorida? Quizá incluso alguna pareja tiene su juramento hecho siendo testigo el vástago que soportaba a tan famélico parasol. El niño de piel suave, el lector o la pareja asoman como una letanía entre el amasijo  de alambres con tela bicolor en franjas azules y blancas hecha jirones.

                Mientras me alejo, una gaviota se posa en el túmulo de recuerdos estivales. Parece que busca algo. Lleva en su pico algún objeto que no llego a determinar. Vuela y se confunde con el oro rojizo del ocaso, reflejo en las salinas que hablan de otro mar. No sé lo que lleva, pero quizá se trate de aquel pacto de amor, del sueño del niño o de la aventura de aquel libro que alguien leyó…