Friday, July 20, 2007

El reloj frente a la arena


¿Qué es mejor, saber la hora que es o vivir despreocupado de ello?
C
uando uno esta de vacaciones, si es que estar de vacaciones corresponde a ese tiempo en el que no trabajas en tu ocupación normal pero te das el “tute” en otras labores de bricolaje o conduciendo por esas rutas culturales del patrimonio de la humanidad, entonces tengo que decir que pocos son los que de verdad están de vacaciones en el amplio y completo sentido de la palabra.
No es nada extraño que en ese periodo vacacional que ahora muchos disfrutan, merecidamente, se encuentren con situaciones curiosas o con momentos que son, como mínimo, para recordarlos por sus geniales o particulares connotaciones que los hacen bastante curiosos.
A veces se queda uno mirando a una escultura en una plaza y cerca de allí un guía le explica al grupo (en español para que quede más claro), las leyendas, historias y mitos que son muy importantes; por la escultura y por la ventana del edificio de atrás, unos elementos tan novelescos que, si no fuera por las leyendas, la mitad de monumentos se quedarían en simples signos de algo que sucedió hace tiempo y que implicó al personaje que en cuestión preside la citada plaza. Esos elementos nos hacen viajar en el tiempo y vestirnos con sus modas, retroalimentar el conocimiento de esos momentos o, de forma más interactiva, casi ser participes de los hechos que en ese lugar acontecieron, aunque no tengamos ni el más mínimo rasgos de esas gentes o conozcamos, con mayor profundidad, su cultura. Como quiera que sea, disfrutamos en ese momento del tiempo, de que el reloj se ha quedado petrificado y desde esa ventana, desde esa plaza, con la figura en cuestión, nosotros somos parte de esa historia, al menos por esos breves instantes en el que cicerone explica los hechos que allí sucedieron nosotros somos un simple segundo de esa genial historia.
Esto ocurre cuando vamos con pantalón corto, cámara fotográfica, camisa escandalosa y gorro o sombrero estrafalario. Nuestro macuto con pequeños enseres y algo de avituallamiento y con un mapa de la ciudad en donde no tenemos ni pajolera idea de donde estamos. Pero si de tradicional estancia en la playa hablamos, entonces la cosa es bien distinta.
El reloj no existe. Te levantas cuando te da la gana. El desayuno da igual que sea café que leche. No sabes si almorzar o por el contrario ya es la hora del aperitivo. Te bañas, si puedes. Vuelves a casa, comes y duermes la siesta. El reloj se ha quedado en un rincón de la mesa, donde está todo lleno de trastos, perdido, inaccesible... y lo único que funciona es el reloj circadiano: cuando tienes hambre, comes. Cuando tienes sueño, duermes.
Así estaba yo de feliz en mi paraíso “on the beach”, cuando en uno de mis paseos nocturnos, observo en una fachada de una mansión de cierto poder adquisitivo y en primera línea de mar, una luz circular, blanca intensa, con unos “palotes” en negro. Muy a lo lejos creo que es lo que creo que es. Me acerco para comprobar mis dudas. A unos cien metros de la citada vivienda, mis sospechas se hacen realidad: En la fachada que mira a la playa del Castillico en Santiago de la Ribera, observable desde más de 200 metros de distancia, como si de un faro se tratara, hay un reloj tipo campanario o ayuntamiento, el cual provocando a la arena, -antiguo material relojero- y a los que no queremos saber la hora que es, mostrando sus saetas en movimiento constante nos insulta altaneramente con su grandeza y luminosidad.Ahora no hay que preguntar la hora al señor o señora que se mete en el agua con su reloj sumergible. Por las noches no hace falta saber que hora es para irte, o no, a acostarte, sobre todo si pasas por las proximidades del mismo. El susodicho artilugio, para joder la paz del no tiempo, te hace que gires la mirada y veas que a las 12:45, mientras te bañas y que a ti te apetece que sea la hora del vertmouth, pues para la parienta, que fija su mano y dedo indicando al monstruo del averno, sea entonces la hora de no tomar nada de nada, que falta una hora y cuarto para comer...¡y sin rechistar!. Esta es una entre no se cuantas otras más. ¡Jodío reloj frente a la arena!
Nota.- La imágen corresponde a un reloj antihorario.