Thursday, September 27, 2007

El olor de mi tierra


El juego que ofrecen los sentidos alcanza límites insospechados. Oler melocotones de Cieza después de mucho tiempo lejos de la patria “chica”, es algo indescriptible.
Apenas habían pasado las seis de la tarde cuando llegaba a mis heredades en el Tamarit. El viento ya daba algo de respiro a la tarde calurosa, cargada de sofoco y que un poco antes no era posible ni respirar. Nos quejamos de vicio, tanto del calor como del frío, pero es lo que nos sirve para reconocer en que época del año vivimos.
Los árboles están bastante cargados del preciado fruto que acredita a Cieza, los melocotones. No es que sean muy grandes, pero por la experiencia de otros catadores previos, hay que darles una buena nota por su sabor, aunque no por su tamaño. En unos veinte minutos hay dos cajas en el coche. No cabe más que la capaza con otros tantos kilos del gustoso fruto.
En casa, al llegar, no hay tiempo de colocarlos en recipientes para que aguanten unos días. En varias bolsas son redistribuidos, sin coste alguno, entre vecinos y amigos. Unos 35 kgs. Son digeridos por otros estómagos, que, como dice el refrán, “A caballo regalado, no le mires el diente”, se quedan prendados, dan las gracias, por lo que cívicamente corresponde, pero al cabo de dos días, las gracias se oyen con mayor acento y reclaman eso de ¿Cuándo vas a volver a traer más melocotones de esos tan buenos? Por supuesto que no doy respuesta fija.
En estos menesteres, quiero relatar una anécdota con una de esas bolsas melocotoneras. Mi mujer, Rosario, trabaja con una compañera de Cieza, Isabel. Como otros ciezanos, esta buena amiga, compañera mía en el Instituto de la época de los “prs…teintitantos” (guardo cortesía para la edad), es ahora coparticipe con mi mujer en un centro de Murcia. En esto que, convocados para una última reunión de trabajo antes de cerrar el curso, se presenta con la bolsa melocotonera a la pródiga ciezana. Su gusto es mayor por los albaricoques, pero al abrir la bolsa y oler, exclama… ¡Qué bien huele mi pueblo! La mente se conectó a la memoria a largo plazo y el simple olor de los frutos, provocaron el recuerdo de cómo huele su pueblo. Y no es precisamente el que Cieza huela a melocotones ¡ojalá!, es que con las percepciones y sensaciones de los olores, en este caso de los melocotones, somos capaces de reconstruir cientos de imágenes y momentos que se han vivido en cierto momento.
Los humildes melocotones aportaron el recuerdo, el volver a épocas lejanas o próximas, pero centradas en la cotidiana vida de uno de entre los muchos ciezanos o ciezanas, ahora lejos. La cosa no termino en la simple entrega y primer contacto con los melocotones. A lo largo de la comida, así me lo narra mi mujer, Isabel abría la bolsa y volvía a decir…¡es que huelen tan bien! O ¡Son lo mejor de este mundo! O simplemente ¡La olor de mi tierra, de mi pueblo es inconfundible!
¡Qué los disfrutes Isabel! Y para aquellos que están lejos, que por Internet pueden leer esto, que sepan que los melocotones de Cieza, no solo aportan olores, también aportan buenos recuerdos cuando se siente su aroma. Aunque ahora muchos paisanos no puedan sentir estos olores, Cieza siempre tiene algo que se graba en la mente, y aunque sea con una foto de la Atalaya, de la ermita, la vista, usando otro sentido, también nos aporta esas emociones que nos evocan el pueblo.

Saturday, September 22, 2007

El sabor amargo del mebrillo


Como el amarillo manjar, amargo o dulce, son algunos días de nuestra vida.
Ya se ciernen nubes grises, no muy compactas, pero que invitan a que el cielo cambie de color. Posiblemente, como casi siempre, sean un engaño de los que nos tiene acostumbrado el cielo, bueno no precisamente el cielo, la forma climática en la que vivimos, digamos simplemente eso. El aire se va notando mucho más agradable, ya no quema, es más suave, con cierta acritud deja que la temperatura sea más benévola.
Los días se van acortando, se acerca el final del verano. Ya quedan pocas sombrillas por las playas, las de los más rezagados, los jubilados y los que, en estos últimos días, quieren disfrutar de sus vacaciones, no tienen niños, sino estarían preocupados con el inicio de colegio.
El vivir el día y el ahora, es decir “soy yo, ahora” es lo que nos limita en nuestros pensamientos en nuestras ilusiones. No quiero ser pesimista, pero cuando nos suceden cosas, unas veces buenas y otras tristes, así nos sentimos y lo manifestamos, pues bien hoy es uno de esos días en los que no es precisamente de los que las alegrías superan a las tristezas. En la mayoría de noticias de los periódicos prevalecen también las malas, posiblemente sea ese nuestro mejor modo de vida, y es que, aunque no lo solicitamos, lo tenemos ahí, lo vivimos en el día a día.
Posiblemente el símil comparativo no sea el más apropiado, pero influye hasta el día, el momento en que vives, cuando te dan esas malas noticias. El membrillo, vistoso en la mayoría de los casos, como nuestro propio físico, nuestra imagen externa. Con su piel fuerte, verdosa y amarillenta, que nos ofrece un olor profundo, tan nuestro. En crudo es amargo, áspero, que te deja la boca como de cuero. Cambia su sabor, su color, cuando el calor se le aplica.
Posiblemente, como digo, no podamos desprendernos de nuestra condición de ser humano, de vivir en esta naturaleza y nos guste o no, por calor, por las cosas de la vida, por los sufrimientos, por el trabajo, por querer lo mejor para nuestros hijos, por luchar por una vida digna, por recordar a los seres que nos protegieron cuando éramos jóvenes, por lo que sea, nos dicen que una persona, más o menos próxima, familiar o amiga, querida o simplemente recordada, nos dicen, reitero, que tiene cáncer. Entonces nos damos cuenta de que ser “yo y ahora” es la evidencia de que vivimos para morir. ¿Para qué las discusiones? ¿Para qué los amores no correspondidos? ¿Por qué tanto sufrir por…? ¿Por qué?
Da igual el nombre, no quiero personalizar mi personaje, a los que, como este ser humano con el que me unen lazos indestructibles, quiero dedicar estas líneas del silencio. A ellos mi más sincero reconocimiento, mi total afecto y cariño por todo lo que son.
Las tardes de olor a membrillo se pierden. Las noches de hospital, de suelo gris y pared blanca, en la soledad de cada habitación, sobre las camas el sufrimiento, junto a ellas los que aman y de negra vestidura, impía y descarnada, la que desde que nacemos nos acompaña.
Los recuerdos de ellos están en nosotros, y nosotros formamos parte de su recuerdo. Su memoria es nuestra memoria. El amor que nos une es el sello de que fuimos, somos y seremos algo más que simples mortales.

A los que sufren enfermedad.

Friday, September 21, 2007

Asignaturas "cojoneras"



Siempre que un gobierno se mete a “profesor” provoca recelos y enfrentamientos.

No hay año que pase que, cuando comienza el curso, se de alguna que otra noticia de relevancia o alcance sobre lo que supone una buena formación (que no educación) de nuestros jóvenes.
Este año nos ha llegado, como elemento gestado y predispuesto desde los ámbitos políticos, una asignatura que, por su título, no podemos decir que sea mala. Diremos que ni es buena ni es mala, ni todo lo contrario. Lo triste de esta cuestión radica en eso, en que proviene de un sistema de gobierno y esta elaborada para ser “escuchada” no tiene espacio o elementos que dejen al joven pensar (pensamiento reflexivo de John Dewey-psicopedagógo). A diferencia de las Matemáticas o de la propia Filosofía, los argumentos surgen del pensamiento, de la búsqueda del conocimiento, y no sirve de nada tener una u otra religión o ideología o raza y cultura. Esto nos tiene que dejar bien claro que, una asignatura y su paradigma, son elementos de formación, de alcanzar conocimientos y de participar en conceptos y desarrollo formativo, siempre bajo una jerarquía apolitica, sin aportes extraños que no sean de su contexto y que, en sus contenidos no figuren diferenciaciones en base a uno u otro pensamiento, cultura, religión, etc.
Hace ya unos cuantos años, en el sistema educativo español, como no podía ser menos, había una asignatura de contenidos políticos totalitarios. Era lo que teníamos en base al sistema de gobierno que nos regía. La citada asignatura se denominaba Formación del Espíritu Nacional (FEN), y la impartía un profesor que pertenecía al Movimiento Nacional. Todo esto ya es historia, no hay que darle más importancia que la de ser un hecho en nuestra historia educativa. Los contenidos se acercaban a “dar a conocer” a los jóvenes los principios y las bases del pensamiento político de turno, es decir, el que reconocía a un régimen dictador, sin democracia. Aquello se daba, lo aprobabas o no, y punto.
En este curso, sin hacer símiles comparativos, viene a suceder algo similar. Desde algunos sitios se le da una defensa a ultranza por lo que en ella, en la denominada Educación para la ciudadanía, se pueda “enseñar”. No creo que tenga nada nuevo que decir que no digan los profesores en clase: educar en valores. Al estar realizada desde el punto de la ética, pero sujeta a los principios de autores expertos en diferentes ciencias, no es una “ciencia” reconocida como lo pueden ser la Matemáticas. Y si encima esta bajo los auspicios del gobierno de turno, que considera que esto es importante de dar en las clases, pues entonces no hace falta mucho para que, sea buena o mala o todo lo contrario, esta asignatura no sea bien recibida ni tenga un reconocimiento apetecido.
¿Qué va a suceder en las clases ahora? El lío está en marcha, los que quieren que se de y los contrarios, que en su derecho democrático, pueden alegar que no tiene que considerarse los contenidos que llevan y que además no sean necesarios, ni evaluables, ni nada de nada. Que la escuela de por sí, la familia, la propia sociedad, ha de ser un buen sistema que aporte esos puntos de EDUCACIÓN (que no formación) para la ciudadanía. Pero que sea para todos igual, no con “toques” raros según en que parte de lo que queda de España se dé.
No hay consenso, será pues que nos falta mucha Educación, ¿para ser ciudadanos? Con ir al fútbol los domingos y oir gritos y tacos, o en la carretera o simplemente en las calles, basta para darnos cuenta de que hace falta una asignatura como esa, pero ¿quién es el guapo/a que la lleva a la práctica y que a todos guste?Es que no pueden existir asignaturas que denominamos “Marías”, ni “hueso”, pero mucho menos que generen discordia.

Tuesday, September 11, 2007

El silencio de la Libertad


Los nombres, sus edades… Sus vidas son el precio de nuestra Libertad.
Este verano he decidido conocer de cerca el denominado “Day-D”, el desembarco de Normandía. Para nosotros, los españoles, estos hechos reales nos suenan más a película (“El día más largo”) y nos llegan muy de lejos a nuestros sentimientos. Es natural, no hay familiares entre esos miles de muertos.
De cualquier forma, el viaje, estudiado y trazado para disponer de la mejor información de lo que en ese territorio galo sucedió, ha sido diseñado con muchos datos que se puede encontrar fácilmente en Internet. Es bueno conocer la Historia de lo que ahora (y de siempre) formamos parte: Europa.
Todo lo que queda de aquellos días refleja la inutilidad del hombre. Aunque parezca mentira, los hechos épicos están fuera de contexto cuando ves que hay, en unos pocos kilómetros de distancia, tumbas de unos jóvenes, sean de donde sean, que fueron llamados para luchar por un ideal. Ambos pensamientos, seguro que no tenían que ver nada con sus ideales, pero los hechos de aquellos días, la situación política y las aversiones que Europa vivía, fueron lo suficientemente fuertes como para ser reclamados para la lucha, para la guerra y, por ende, morir en unos combates a los que nunca se debía haber llegado.
Casi doscientos mil hombres por mar de todos los países aliados, otros veinticinco mil paracaidistas y otros tantos de infantería. Durante dos semanas dieron un cambio a la guerra y a la Historia. Pero… todo tiene su pero: Estos hechos costaron muchas vidas.
El silencio de la Libertad lo encontré en varios sitios, dos principalmente, de los que mi reflexión tiene que servir de algo. Por un lado un pequeño cementerio inglés, el primero que visité, encontrado casi al azar cerca del famoso “Puente Pegaso”. Su cuidado césped, su silencio, me estremeció de forma notable. Comentaba con mi hijo. ¿Para qué sirve una guerra? ¿Quién provoca las guerras? ¿Quién quita o manda quitar la vida en nombre del honor o de la patria? En ese cementerio, sobre las lápidas, habían inscripciones que te ponían la piel de gallina: “… John, muerto en combate. Tu hijo al que no viste nacer”. Firmé en el libro a la salida. Intacto, respetado, ni un arañazo en ninguna de las lápidas. El respeto. El silencio.
Muchos creen que el desembarco es cosa de USA, que por cierto, les guste o no a muchos antiamericanos, gracias a ellos y otros tantos, como los polacos, canadienses, ingleses, belgas, entre otros, hoy gozamos de una libertad que, posiblemente, no hubiera permitido ni tan siquiera su nacimiento, y ellos vinieron de su país, por voluntad propia, y poco petróleo o ganancias había en una Europa destrozada. Así es la realidad y así hay que decirla.
Desde Caen, dirección a Ste, Mere Eglise (la famosa localidad del paracaidista John Steele colgado de la torre de la iglesia), está La Cambe, y en la misma autopista, se sitúa el más grande cementerio alemán, con sus cruces negras de distinto tamaño. Otro lugar de silencio, de respeto, en el que cada día hay flores nuevas y visitas de familiares que veneran a sus caídos, no pueden ocultar su dolor por aquellos hechos a los que, estos jóvenes, también tuvieron que perder la vida. El fanatismo de un loco. La creencia de la única verdad. Frío en la mañana del 24 de Agosto, San Bartolomé. Siento algo extraño que no puedo describir. Paseo en silencio por la hierba húmeda. Me cruzo con un grupo, alemanes, de mediana edad y mayores, me miran y miran al suelo, como arrepentidos, tristes. Digo buenos días en español, en francés y en inglés. Varios me miran con una leve sonrisa… Hay algo en ellos distinto, quizás sea el estar visitando el lugar donde yace algún familiar, no lo sé. El aire expresaba PAZ, mucha paz.
En honor a los muertos americanos hay dos, uno, el más conocido, pero no más importante, es el situado cerca de la playa de Omaha (la sangrienta) es el de la localidad Colleville-St. Laurent, la cual acoge en su tierra, actualmente suelo americano donado por el gobierno francés, a 9.386 soldados, ciudadanos de Estados Unidos, con nombres tan particulares como Tomas Martzesky, o Juan Diego López, Joe Ryan, y otros americanos, que allí entregaron su vida. Personalizado sobre mármol cada nombre, los de aquí y los de los otros 27 cementerios repartidos por ese territorio, hasta Granville en donde hay 650 polacos. Desde el día 6 de Junio de 1944 hasta el 31 de Agosto de 1944 que se libera París, hay mucho que aprender, lo primero recordar para no volver a hechos como estos y reconocer que el honor, las ilusiones, los valores del hombre, muchas veces se ven truncados, pero permanecen inscritos para siempre en lugares como estos, en donde, seguro, que te has de encontrar, desde esas lápidas, cruces o estrellas, con El silencio de la LIBERTAD.