Friday, June 22, 2007

Las Calles de Lorquí

No sería más de las dos de la madrugada, ando solo. Simple y llanamente solo. Mejor dicho, acompañado de una noche tranquila, con un cielo raso y una temperatura para refrescar los acontecimientos que, no hace muchas horas, se habían vivido. Voy paseando y revivo en mi cierto pensamiento…

Lorquí es un gran pueblo pero, a su vez, pequeño. El breve espacio geográfico no significa nada con la grandeza de sus gentes. No me refiero a que sean grandes de altura físicamente o que en ellos exista una herencia de estirpe de grandes de España o algo por el estilo. Su grandeza, la de sus gentes, reside en su gran espíritu de trabajo, de hospitalidad, de sencillez y de alegría, y en eso estamos todos de acuerdo.

Ahora, al pasear por sus calles silenciosas, en las que las lumias casi soñolientas de farolas que invitan más al romanticismo que a no tropezar con la baldosa suelta de turno, mi pensamiento viaja entre esos recónditos pasajes de aquella niñez en la que todos, de alguna manera, hemos vivido tan intensamente. Juegos, amigos, personas mayores que nos decían que si esto, que si lo otro… Las calles guardan esas cosas tan importantes con las que nos hemos ido haciendo mayores. Aunque pasan los gobiernos por el ayuntamiento, las calles, que configuran el pueblo, siguen contando historias muy importantes. Ahora hay otras nuevas, las que hacen que Lorquí crezca, tienen otro suelo mejor, pero no pueden cambiar la historia, por muchos adoquines y asfaltos que le pongan sobre el que tanto han vivido el de las viejas, y que, si pudieran hablar… ¡nos podrían decir tantas cosas…!
Me dejo llevar por esos años de infancia y adolescencia, pero sigo paseando por las calles, silenciosas, engalanadas de historias, con algún que otro panfleto en el suelo del partido político de turno, con otros elementos que son simples abandonos de sus ciudadanos descuidados que saben que el pueblo tiene que estar limpio… Paseo y subo por escarpadas calles que llegan hasta lo que denomina Altos Moros. Contemplo otras cientos de luces, pálidas, en la lejanía y creo que son luciérnagas, o penitentes que pululan por los horizontes que se vislumbra desde aquella atalaya que Lorquí tiene. Unos ladridos lejanos, mezclados con el ruido molesto de un tubo de escape de moto me hacen volver al momento… Sigo mi andadura, sigo paseando por esas calles cargadas de historia, llenas de LIBERTAD, de lucha y JUSTICIA, de entrega, de alegría y de CONVIVENCIA… Y me pregunto, mientras puedo oir los sueños de los vecinos que duermen cerca de donde paseo, que aún no sé quién en encontró a quién, si Lorquí a mí o yo a Lorquí, lo que si estoy seguro es que nunca sentiré ajeno o extraño entre estas gentes, y te prometo, pueblo, que en tu noble tierra, la mía, la de tantos otros, la de Lorquí, me gustaría para morir.