Wednesday, July 01, 2009

UNA DE ALERGIAS

Hablar de primavera es hablar de alergias, entre otras cosas.
Para que no se quede en el tintero, lo primero es felicitar a las Fiestas del Escudo (el nombre no lo tengo muy claro) pero a todos aquellos que forman mesnadas y cabilas, pues que son cada día mejores, sinceramente. Mi reconocimiento para Antonio y Marivi, del Mirador, que bien podrían salir de un cuadro del Renacimiento de algún autor protegido de las siempre presentes Verona, Pisa o, Florencia. En España no teníamos mucho dinero para la cultura, se gastaba todo en guerras, me comentaba un día el historiador y profesor, Ricardo Montes. Lo dicho, que no decaiga vuestras ganas de mostrar nuestros legados culturales a los muchos visitantes que ese día estaban por Cieza.
Bueno, lo interesante hace referencia a las cuestiones domesticas con enfermedades que, aparentemente, no se les da la importancia que puedan tener, o al menos muchos no saben que pueden padecerla y no se han enterado, tanto por su falta de visita al médico, como de los posibles errores de los galenos.
Hace ya un tiempo, no digo nombres, pero doy fe de ello, que a un ser humano se le puso el ojo rojo. Atendido por un oculista, bueno, bastante acreditado, dictamina cierta enfermedad propia del mismo, del ojo, mejor dicho, de los ojos. Eso sí, las manifestaciones sintomatológicas de la clasificada enfermedad eran en uno solo. Pasados cinco días, el ojo, de la cara, seguía en su tamaño excedido y su rojo intenso en la conjuntiva. Cambio de gotas. Nada de nada, después de otro tiempo, lo mismo. Se cura solo. Al cabo de tres semanas.
Pasa un año y el mismo proceso, una vuelta a las mismas manifestaciones. Otra vez el oculista, otra vez las gotas. Más de lo mismo, no se mejora. Un pensamiento acude al paciente y comenta con el oftalmólogo…¿Puede ser de una muela? ¡Puede! Afirma el galeno.
En el dentista pruebas con repruebas y más pruebas. Posible infección de un colmillo. Endodoncia al canto. El ojo baja al cabo de cinco semanas. Siempre en el mismo ojo.
A los seis meses…¡joder con el enrojecimiento y picor! Dice el paciente. Ya no va al oftalmólogo, pasa por urgencias y le indican no se sabe qué tipo de enfermedad. El ojo recibe un cóctel de gotas de todo tipo, hasta nueve diferentes. El ojo, de la cara, se compadece de lo que tanto se habla y se comenta del otro ojo, del de la espalda, pero siente lo mismo.
Ya no hay pruebas que valgan, se hicieron unas que, según otro galeno oftalmólogo, definía el padecimiento como un “cardenal” que le sale al paciente en el ojo y que se quita solo. Este ser humano no comprende el por qué no se da con la tecla.
Lee, busca información, se mete en internet y ve síntomas…¿Puede ser una alergia? Busca indaga, esto que no se debe de hacer, se hace, lo hacemos, lo hizo… Ha pedido hora con el alergólogo.
Comenta con amigos y conocidos su situación, y las coincidencias de la vida: un par de esos tantos conocidos/as, le aseveran que puede ser una alergia, que tienen familiares cercanos que lo padecen y son similares los síntomas.
De ahí que diga que una simple alergia puede ser confundida con otras patologías, y no es falta de profesionalidad, es simplemente que no podemos dar crédito a cosas tan escandalosas como un ojo enrojecido, el relacionarlas, desde las posibles hipótesis de lo que nos pasa, con una estúpida y repelente alergia. Cuidado pues, que ahora en primavera nos puede hacer visita, sin nosotros saberlo, una de alergias.

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