No hay nada hermoso en la muerte, y mucho menos si es por odio.
Demasiada política ocupa el tiempo de todos estos días. No hace falta decir que es lo apropiado de estos cuatro años de no ponerse de acuerdo y, después de votar ahora, seguir con más de lo mismo. Gane quien gane.
Me interesa comentar lo que vivimos en el día a día, lo que se siente cuando ves lo que pasa a tu alrededor, más cercano o más lejano, pero que sabes que puede llegar a ser simplemente estadísticas, números, informes puntuales que se repiten de forma periódica y que justifican la nómina de quien los confecciona.
Quiero hacer un comentario, una llamada de atención, a las muertes por asesinato en lo que se denomina violencia de género. En un solo día cuatro mujeres, cuatro vidas, han sido segadas por la inaceptable manera de entender esa relación de los que se les denomina hombres, esposos o compañeros de esas infelices. No sé quien es más infeliz, si las victimas o ellos. Me explico más adelante.
Comentaba, en
Una mujer, escribía yo para el citado seminario de esta doctora, es como los pétalos de una rosa. La amistad, uno de ellos, la comprensión, la entereza, la dulzura, el apoyo, etc., conforman esa hermosa flor que se consagra en una mujer. El odio, un agente agresor entre muchos, la indiferencia, el concepto machista, la agresión por que lo digo yo, son elementos que rompen esos pétalos. Necesitamos formar desde pequeños a nuestros hijos para que vean la realidad del amor y de que se puede vivir sin odiar, dialogando, por la libertad, por que se tiene que vivir en paz.
Para esa amiga, mujer, esposa, compañera, trabajadora, madre, hija…que vive oprimida y que sueña con vivir en paz, que sus pétalos sean los de la LIBERTAD.
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